miércoles, 4 de marzo de 2009

Salvemos la cultura























Además de torpes e ignorantes, las proclamas por parte de las instituciones y ciertas gestoras de derechos de autor invocando un pomposo "salvemos la cultura", me parecen un sinsentido alienante frente a las que deberíamos mantenernos en guardia. Cualquier antropólogo sabe que lo cultural está siempre presente cuando hablamos del ser humano (sea en Atapuerca, en Wall Street o en Mikonos: donde hay humanidad, hay naturalmente cultura) y pretender que ésta se pueda acabar es una suposición de calibre def con cero. ¿Acaso corre el ser humano peligro de perder el hambre? ¿O de renegar del sexo? Pues tampoco se va aterminar nunca una de nuestras mayores peculiaridades zoológicas: la cultura.
Digo esto porque esa cultura que hipotéticamente hemos de salvar, es aquella que se muere porque se ha desligado del folklore popular. Cultura muerta, cadáveres nostálgicos de cuerpos consensuados anestesiados de cualquier propuesta desconcertante, que al sistema le resulta muy pacífica porque carece de la potencial subversión de la cultura a pie de calle como invención de lo cotidiano. Deberíamos escapar de todo arte subvencionado, pues éste es sólamente expresión de la voluntad del poder, y de su compleja red de construcciones morales. La ópera, el teatro clásico interpretado a la manera clásica, los cantautores, el mundo museístico, la moda de autor... son formas de expresión que hay que salvar porque su inutilidad hace que ya no resulten necesarias. Quiero decir: si pides una subvención para abrir un myspace, se reirán en tu cara; pero si quieres filmar un corto sobre un magrebí huérfano con cáncer terminal que se quiere casar con una rumana ciega víctima de abusos sexuales, si tienes suerte y amigos en el ministerio tendrás la pasta que necesites. Eso es salvar la cultura, se nos dice.
En esa cultura susceptible de ser salvada por los impuestos de la clase media, entra ese espantoso "buen cine" de los oscars que tanto repelús me da: fábulas de moral fofa como "Million dollar baby", "Babel", "La lista de Schindler" o "Hable con ella", films tan meritorios a nivel formal como despreciables por su pátina de hipnosis moralizante y lacrimógena. ¡Qué saludable me resulta degustar películas malas que escapen a esa cárcel moral de los valores más cansinos!
Ayer, Raquel y servidor nos metimos entre pecho y espalda una peliculita de serie B realmente divertida, de esas sin demasiado sentido y en las que lo estético prima sobre lo ético: la coñera Push, con ese filetón de torso neoclásico que es Chris Evans. Creo que, exceptuando a Ra y a servidor, a ninguno de vosotros le gustaría dicho film, porque en realidad carece de ningún asunto moral, ni de grandes palabras o discurso social inteligible (bueno, creo que a -x- le suelen gustar estas punch movies, pero le da vergüenza reconcerlo). Es una película iconoclasta de mutantes dando patadas que continúa la divertida moda actual de poner al día a los superhéroes como ciudadanos con problemas. El guión es tan tonto como cabría esperar, pero el conjunto es fresquito y entrañable, gracias al descaro y valentía de sus delirios, y lo desacompleada que resulta esta ensalada post-pop de referentes culturales a la sociedad de las megalópolis: los impresionantes paisajes de la Hong Kong en la que transcurre (ciudad que aperece descrita sin cursiladas ni exotismos gratuítos a lo Babel), el rollo de la manipulación mental (asunto siempre jugoso que nunca ha producido ninguna película olvidable), el flirteo con la estética del hentai pedófilo (la minifalda de la nínfula protagonista es de vértigo), la música moderna, superhéroes nerd, las nenitas precog, batallas en rascacielos under construction, mutantes de estética FIB... algo así como una exploitation superpop de "Lost in traslation" donde la pedantería existencialista y cool se substituye por mamporros a gogo, gente guapa, sentido del espectáculo y pulp computacional. ¡Con final abierto, por supuesto! Toda serie B que se precie merece una segunda parte...
Salvad la cultura si queréis, apoyad ese Gran Cine apolillado de la Coixet y las exposiciones de muebles para millonarios de la Caixa; las traducciones al gallego del Quijote (¿qué sentido tiene?) y el Príncipe de Asturias para José Carreras. A pie de calle, los folkies seguiremos disfrutando sin complejos de películas de zombies, literatura conspiranoica, sampling trash y estética de vertedero.
Cierro diciendo que durante un tiempo no daré el coñazo con mis lecturas. He empezado "Las palabras y las cosas" de Foucault y quiero irlo leyendo con atención y parsimonia porque creo que merece la pena, así que espero que me tenga entretenido hasta semana santa. No por nada el primer capítulo, tras un prefacio deslumbrante, está dedicado ni más ni menos que a Las Meninas.