lunes, 9 de febrero de 2009

LaFawnduh





















Los recientes, furibundos y persistentes temporales están haciendo mucho por refrescar mi cultura cinematográfica, ya que en la disyuntiva entre salir a tomar una copa contra viento y marea, o quedarse en casa calentito dándole mambo a los dvds ripeados, no cabe duda: más cine por favor. Y como no hay mal que por bien no venga, he pasado la obligada invernación disfrutando de varios films realmente molones.
La primera sorpresa ha sido la muy recomendable "Margot y la boda", dirigida por un (por mí) desconocido Noah Bauchman y protagonizada, seguramente en su mejor papel, por la tan hierática como tontita Nicole Kidman, en un rol de dominatrix pasiva-agresiva de clase media adecuadísimo para su impertérrita fisicidad. La película, sin salirse ni un milímetro de los cánones del indie norteamericano, consigue darle una vuelta de tuerca a tan tedioso estilo mediante un guión valientemente áspero y amoral, que no duda en poner encima de la mesa los peores subterfugios y egoísmos de una familia disfuncional cuyo aparente buen rollo se cimenta en realidad en la envidia, el recelo, el rencor y la duda. Sus protagonistas, dos hermanas de torpe discurrir existencial y adictas a los placebos para olvidar el correoso peso de sus fracasos pretéritos (la Kidman y la siempre neurótica Jennifer Jason Leigh) parecen sacadas del cuento moral europeo de los años 70, aquellos films de Polanski o Chabrol en los que paranoicos urbanitas ilustrados se abocan al abismo al intentar ejecutar con precisión las coreografías cotidianas de la forma de vida burguesa, tarea para la que no están ni preparadas ni tienen suficiente convicción. El mal rollo en la película es tremendo y constante: los diálogos, cortantes y brutales, la ausencia de música, la torpeza con la que Kidman saca adelante a su hijo, el patético y tragicómico personaje de Jack Black, la pobreza moral de unos personajes que se mantienen a flote sin ser capaces de reencontrarse armónicamente con su pasado... Una sorpresa, y una deliciosa película que os recomiendo vívamente, porque Hollywood no acostumbra a regalarnos caramelos tan sabrosos y envenenados. Merece la pena, y sobra deciros que en emule es gratis, así que no perdérsela.
Otro precioso film que recuperé casualmente es la preciosa "Napoleon Dynamite", posmodernísima comedia nerd dirigida por el desquiciado Jared Hess y protagonizada por ese genio del humor gestual que es Jon Heder, del que ya os he hablado. La primera vez que ví la peli, hace un par de años, no llegué a disfrutarla porque, entre otras cosas, estaba demasiado diseñada para gustarme (cuando alguna obra de arte reúne todo aquello que me interesa, tiendo a mirarla con recelo): uso simbólico y retorcido de los tópicos del lenguaje cinematográfico, humor patético, biografismo nerd, ambientes white trash, esperpentos de high school... Esta película es indescriptible y ambigua hasta el punto de que no sé muy bien cómo abordarla y describirla, porque su atmósfera (tan fría y absurda como hilarante) no tiene muchos parangones en otras cosas que yo conozca. Es una película de nerds, es absurda, es patética, sus chistes buscan ser los más malos del mundo, el lenguaje cinematográfico es el del cine ampuloso y sosegado en plan Terrence Malick (la característica más extraña, arriesgada y divertida del film), y los protagonistas son completamente subnormales. Pero hay algo muy tierno y alegre en el penoso discurrir de Napoleon y su amigo Pedro: siendo una película de nerds, pasa por encima del victimismo sórdido del "perdedor trágico" en plan Todd Solondz, y consigue emocionar gracias a mostrarnos a los protagonistas como seres infantiles, egoístas, inútiles, asociales, feos y sin ningún tipo de interés, pero con curiosas y muy personales estrategias de felicidad. Se trata de una película única, muy curiosa y personal, en cuyo juego hay que entrar para poder disfrutarla (cosa que no hice la primera vez que la ví) pero os recomiendo que no decaigáis ante el impacto de extrañeza que producen sus instantes inicales (esa atmósfera de rareza y chistes malos resulta muy desconcertante al principio) y consigáis aguantarla hasta el final, porque el demencial momento del baile de Napoleon os va a sorprender, y toda la película cobrará sentido. Ese momentazo, el de Jon Heder bailando con ese gesto amongolado que hace con sus labios, es una de las escenas más bonitas, emocionantes y extrañas de la historia del cine, así que no os la perdáis (esa escena está en el youtube, pero no la veáis antes de ver la peli. Porfa). De hecho, me ha sorprendido ver en los tubes un montón de recreaciones del antológico baile en fiestas colegiales americanas, así que supongo que ya ha entrado en la leyenda de la cultura teen universal.
Es que nunca me cansaré de decirlo: Jon Heder es increíble, tiene ese don secreto (como Peter Sellers o Mr. Bean) de provocar la carcajada con su sola presencia en pantalla. Un crack. Y fijaos si es buena la peli, que consigue que los títulos de crédito resulten hermosísimos...con una tremenda horterada ochentera, el "The promise" de When in Rome.
Y la última peli que me comí fue "Cita en París", un pequeño clásico que todos hemos visto por televisión, y que con los años recuperas con cariño por admiración a sus protagonistas y lo que representan. En este caso, ese glamour sesentero, muy twee y muy romántico, garantizado por dos protagonistas legendarios como son Audrey Hepburn y William Holden. Ella, como siempre, la encarnación más exacta de cierta belleza maternal, a un tiempo incorpórea y hermosa, delicada y magnética en su escultórica delgadez y melancólica sonrisa: el tipo de persona a la que no le puedes sacar ningún pero, perfecta en su intangible emotividad, y aquí encarnando otra de sus arquetípicas mujeres ingénuas, inconscientes de su belleza, un poco asexuada y contagiando de vida a los que la rodean. Él, mi adoradísimo William Holden, un actor que siempre me ha fascinado por su mezcla de ternura y tragedia, y por un físico bello y agreste deudor tanto de su pasado como beefcake y golden boy, como de un devenir plagado de alcohol, penurias y bofetadas. Holden suele interpretar a has-beens, porque ese es el arquetipo que mejor se adapta a su particular gestualidad: personajes al borde del precipicio que mantienen un pie en la cordura gracias a la esperanza en la aparición de un amor redentor, desesperados ante la futilidad de la vida y en perpetua confrontación con un paraiso pedido que, antes o después, habrán de recuperar. "Cita en París" es una modesta y simpática joyita del Hollywood del star-system, de aquella imagen de la vieja Europa que los yankis tenían antaño, y de ese humor sofisticado y aristocrático en la onda de Blake Edwards o Billy Wilder que probablemente se haya perdido para siempre. Hoy en día, somos demasiado ingenuos para producir este tipo de repostería, porque estamos demasiado acostumbrados a que los caramelos traigan veneno en su receta, como en "Margot y la boda" y "Napoleon dynamite".
Así que ya sabéis: c:/program files/emule/emule.exe. Os váis a "buscar", doble click, y en un par de días, a disfrutar.