lunes, 1 de diciembre de 2008

amorología



























La minimoda esa de la "lógica difusa" está muy bien y va divinamente con la tendencia neo-tardo-post-epistemológica ( :-) ) de lo ambiguo, lo tendente en lugar de lo definido, y las caralladas de flujos, densidades y estrategias que tan pistonudamente inundan las revistas empecinadas en ejercer de Casandras de un futuro inexistente. Pero cuando lo difuso te toca a tí, puede llegar a resultar muy frustrante, especialmente si lo que te toca son los cataplines: los que tenemos predisposición genética al sí pero no, tal vez o tal vez no, o si y no, a veces tambien tenemos necesidad de llamar a las cosas por su nombre y afirmar verdades como puños. Tanta lógica difusa me tiene harto.
Me refiero por supuesto a los asuntos sentimentales, que son de por sí difusos e ilógicos, y si no lo son nos esforzamos por difuminarlos histéricamente, presas del miedo, las inseguridades y el orgullo. "Le quiero pero falta algo", "estamos viendo a ver qué tal nos va", "nos hemos dado un tiempo", "me putea mil pero no dejo de amarle", "estamos juntos pero no somos pareja", "quedamos como amigos pero prefiero no verle", "le quiero mucho pero que le parta un rayo"...¡¡¡¡¡STOP!!!! Por favor, ¿de verdad es todo tan complicado y rocambolesco? Podría resultar hasta divertido andar metido en estos lodazales de culebrón home-made, pero maldita la puta gracia que hace cuando de verdad te metes hasta el cuello en el fango de los amoríos complicados y/o "difusos", porque los tortazos que te puedes llegar a meter son catastróficos ad-nauseam. A más de un impertérrito y gélido superhombre racional, cuyos sentimientos nos parecían menos intensos que los de un friegaplatos, hemos visto completamente perdido, atontado, obsesionado, avejentado y autoflajelado por un mero traspiés cardíaco de intensidad media. Por no hablar de un fenómeno paranormal tan frecuente como el del merluzo machoman que trata a su pareja como a una basura, le pone los cuernos hasta en lunes y se pavonea vanidosamente de sus hazañas extramatrimoniales, y que en cuanto su novi@ le pone las maletas en la puerta se desmorona de un modo completamente patético e indigno y se tira años llorando por las esquinas el recuerdo del amor que jodió por gipilollas. Será por anécdotas: Reme me contó un día el caso de la clienta de un psicólogo, que acudió a terapia porque llevaba diez años de matrimonio más o menos feliz pero sin relaciones sexuales de ningún tipo, y que cuando por fín yació con su marido, éste la abandonó. Incluso este es un caso tipificado, lo de la "Virgen puta" y tal y cual... todo en el amor quizás sea patético, pero sin duda es típico. Aunque lo que nos acontece a nosotros, siempre nos parece la primera vez en la historia de la humanidad.
Y no me vengáis con lo de mi galleguidad profunda y mi pedante indefinición cuando hablo de ciertas cosas, porque yo al menos voy con mi verdad por delante y no tengo miedo a reconocerme en estas veleidades de víctima del amor fou. Muchos os las dáis de rocosos amantes superencantados de la suerte que habéis tenido, y en cuanto las cosas se tuercen (porque las cosas se tuercen en una u otra dirección, de eso no os quepa duda)... todos corriendo a la farmacia a por trankimazin o al pscico(killer)terapeuta a llorar a 30 euros la hora. Porque cuando tienes pareja, lo suyo es que cuando duermes tan a gustito en sus brazos de vez en cuando se te pasen por la cabeza pensamientos tan operativos y fantabulosos como "¿de verdad me quiere?", "¿Podría yo vivir sin él?", "¿hasta dónde tengo que tener paciencia?", "¿esta renuncia que he hecho es justa o soy un calzonazos?", "¿No estaría mejor yo solito?", "ese culo que ví hoy le da mil vueltas al de este que está aquí al lado" o "qué calor, ¡ya podía irse a dormir al sofá!" (que este tipo de cosas tambien hacen daño a las parejas). Excepto, claro está, en el caso de esas parejísimas modelo que parece que están hechas el uno para el otro, que llevan desde EGB casi conviviendo, que se lanzan piropitos cursis en público y no son capaces ni de usar el WC por separado. Qué envidia. Y qué puto asco. :-)
Aunque bien mirado, no estoy muy seguro de que ese tipo de situaciones tan happylondias puedan ser 100% sinceras: de hecho, contradicen 3000 años de tradición literaria, artística y oral del amor como mal rollo total. Tranquilos, solteros: esas parejitas modelo o nos mienten o se mienten. Los psicoanalistas más crípticos e incomprensibles (los que te hablan de asuntos tan bubblegum como lo sagrado, el totem, lo trascendente, la fase anal o la vagina dentata), en cuanto se arrancan a escribir sobre el amor lo hacen de un modo tierno, cursi, ñoño, fofo y blando, con el rollito ese de "la gente se hace pajas mentales, pero al final lo único que importa es el amor". Pues vaya, tanto estudiar para llegar a esa conclusión. Pero lo que me gusta de autores como Fromm, kristeva o el rompecojones de Lacan es que intentan sistematizar el amor, articular los factores en juego y sus relaciones en busca de algo cercano a una ciencia del amor, porque la alegre anarquía con la que el ciudadano medio vive estos fregados a menudo termina en cataclismos tsunámicos y pérdidas de tiempo monumentales que intentamos justificarnos con chorradas del tipo "de todo se aprende"... Hay maneras y maneras de aprender, y muchos de nuestros padecimentos pudieron haber sido evitados. Todos en el fondo lo vivimos del mismo modo, y sin embargo las cosas que nos suceden nos hacen sentir gilipollas perdidos porque parece que tantas contingencias han de ser, forzosamente, a que algo hacemos mal, o somos borderline, o no sabemos amar, o somos la única persona en la historia de la humanidad que ha pasado por algo parecido. Y una educación sentimental seria y sin romanticismos místicos no nos vendría nada mal. Y no me refiero a la bobada absoluta de vivir como en las películas y hacer el paripé bucólico-pastoril delante de los amigos, sino afrontar las ralidades con cojones y no tener miedo a nuestros pensamientos. Estamos acostumbrados a aprender las reglas del juego a base de meternos el hostión, cuando en muchos casos podríamos ahorrarnos el mal trago.
Por ejemplo, es un hecho contrastado no sólo por los poetas sino tambien por los científicos de la psicología, que cuando amas a alguien siempre hay un componente de odio y rechazo hacia el amado, aunque por fortuna generalmente sea muy velado. Y de envidia tambien, en la medida en que por el lógico afán de seducción siempre es más agradecido saberse un peldaño por encima en algún aspecto. Por no hablar de los casos en que ambos cónyuges trabajan en lo mismo. O el contínuo ejercicio de seducción sostenida en el que pretendes demostrar a tu amorcito lo maravilloso que eres, y que puede resultar extenuante y frustrante cuando no lo consigues en la medida que esperabas. O la importancia que le das a los comentarios que hace sobre tu forma de ser y actuar, o la sensación angustiante de posesión que comparte la mayoría de las parejas, y que muchos consideran completamente patológica. A este respecto, la izquierda obsesionada por la alienación, considera que la pareja es un hecho antinatural y burgués, cuya disolución sería otro paso más hacia la revolución y la liberación del Yo: en esto mi posicionamiento es completamente subjetivo y carente de fundamentos, pero la experiencia me dice que, para mí, lo mejor es la pareja, con todas sus dificultades y trampas. En el mundo gay lo normal (o eso quieren hacer ver muchos) es la promiscuidad y el sexo carente de posesividad, pero en los casos que conozco a ese respecto, en cuanto empiezas a escarbar un poco te encuentras historias muy insustanciales y una pobreza emocional absolutas: creo que hay algo de patológico en negarse a uno mismo algo como el amor. Y las estructuras relacionales en culturas diferentes...pues qué quieres que te diga. Los hippies que apostaron por ese tema en los 60 no sé a qué andarán ahora (desde luego no follando como conejos), y en los países alternativos no me convence la idea de cambiar a una mujer por 3 camellos. Hoy en día, en el primer mundo muchos andan en temas de "poliamor", "swingers", "Intercambios de pareja" y similares, pero para aclarar este tema os recomiendo que leáis un poco sobre la diferencia entre goce y felicidad. No es lo mismo encender ml cerillas que encender una hoguera.
Un lugar común de la cultura pop del "héroe" es la existencia de una media naranja (entendida no como indivíduo, sino como tipo) para cada persona, al ser la personalidad estática y medible, y por tanto fácilmente complementaria. Sin embargo, es mucho más probable que existan infintas medias naranjas para cada uno de nosotros, en la medida en que en nuestro interior hay infinitud de personas diferentes mutando, y cada una de ellas pide a gritos una media naranja a su propia medida. La elección que hagamos, en gran medida determinará los aspectos de nuestra personalidad que más protagonismo tengan en nuestras vidas, y reconocer esto no es apelar a un amor desesperado de aquel que se "agarra a cualquier cosa", sino reconocer las maravillosas y múltiples potencialidades que todos tenemos y que gracias a nuestr@ compañer@ podremos desarrollar hasta la excelencia. Todos somos diferentes, nuestra identidad cambia, cuando estamos con una u otra pareja, o cuando estamos solos. Creo asimismo que del mismo modo que existen medias naranjas, tambien existe su némesis, personas que nos atraen irremediablemente pese a saber que probablemente nos lleven a la destrucción. Es un peligro que nunca advertimos en nostros pero sí en los demás, y que quizás esté relacionado con el "impulso de muerte" del que hablaban los psicoanalistas. Me pierdo, estoy delirando un poco y me alejo del asunto de este post: una amorología.
Probablemente parezca una memez pretender sistematizar el amor, debido a su caracter pulsional y por tanto huidizo. Idem para la muerte o la maternidad, asuntos muy importantes que ni siquiera tienen un título universitario que las avale: son cosas, como los negocios o las enfermedades, que se aprenden "en la vida" y no en los libros. Tal vez la patata caliente está en el hecho de que en nuestra cultura, el amor o se vive románticamente o no parece amor. Pero creo que el amor no es el eje del romanticismo (que es una tendencia cultural individualista y trascendentalista) y que una lectura seria y emotiva del asunto puede dar pistas muy útiles sobre como llevar ese sentimiento, de naturaleza sublime y fundamental en todas nuestras vidas. No pretendo decir que el amor haya de gestionarse desde el cerebro, sino aprender a que no lo manipule el inconsciente, aunque parezca una idea antiamorosa.
Sé perfectamente a quién le va a parecer una parida este post. Porque lo habitual es contar la película según la vives, y hay quien ve estas cosas como mucho más sencillas (los que no se han metido tortazo alguno y creen que el amor es un "punto de llegada" y no una construcción contínua), y quien las ve como mucho más complicadas: los que no se encuentran a sí mismos en nadie (a éstos les diría que tengan paciencia y no cedan en su alto nivel de exigencia, que a todos se nos aparece el Misterio antes o después). Mi historia acostumbro a dejarla caer entre líneas, y dejo para otro día (muy pronto) una buena disertación sobre lo mío, pese a que en absoluto soy un experto en amoríos. Pero cada vez que un amigo o amiga me comenta discretamente lo triste y dubitativo que se encuentra por la indecisión de un amor no resuelto, instintivamente pienso que o lo disfrute o lo deje, pero sin buscarle los tres pies al gato, sin sufrir ni obsesionarse por saber quien tiene culpas o razones. Y sin embargo, pensándolo bien merece la pena darle todas las vueltas necesarias al asunto, planteárselo sin romanticismo, "dejarse llevar" sólo hasta que lo real se enfrente dolorosamente a lo imaginado, sentir desde lo intuído y haciendo caso omiso al Superyo. Porque, de hecho, se puede perfectamente vivir sin amor, y es mucho mejor hacerlo que amar de modo penitente.
Me obsesiona el tema del amor, y hoy en día me interesa mucho más lo que diga Lacan que lo que diga García Lorca al respecto. En el segundo puedo reconocerme, pero en el primero encuentro pautas para una superación de lo que considero errores, carencias e ignorancias. Por supuesto que soy consciente de que esto es consecuencia del presente de mi biografía, pero cuando me ví en el más absoluto de los abismos de desamor (versión lo-fi), decidí no ser cómplice de la tendencia natural de mi yo a la tragedia, porque de ese modo estaba avocado a la autoinmolación. Mi historia, que momentáneamente viví como la más absoluta tragedia de la historia del Amor universal, es en realidad una insignificante nota a pie de página en la tediosa y desbordada historiografía de los desamores. Y las que quedan. Y no me he vuelto loco cuando os digo que muchos de esos males podrían ser evitados. Si somos serios y sensatos, si nos dejamos de misticismos, y apostamos, a modo de medicina contra el sufrimiento (anestesiados contra "lo mágico" como estamos) por el conocimento.