martes, 3 de junio de 2008

hablo de mí a propósito de Shakespeare














Cuando me pongo en plan Simón del desierto...


Está siendo un año muy veloz para todos, y los acontecimientos se sucenden sin que seamos capaces de ponerle nombre, ni orden ni sentido. Todas las palabras que he recibido de mi gente más querida han sido de respeto y distancia con mis duelos, que alguno he tenido aunque haya preferido no hacer dramatismos teatrales de lo que ha sido y es vulgar encaje de bolillos de lo cotidiano. Mi sudoku este año ha resultado irresoluble, a veces una lágrima inesperada cae en el papel y desdibuja los trazos de tinta, borrón y cuenta nueva, como al final de "Juegos de guerra" resulta que el problema de ciertas partidas es que siempre terminan en tablas, por la naturaleza circular de sus reglas. Y una partida en tablas perpetuas enseguida muta en ansiedad. Creo que todos estamos a la caza de algún nuevo modelo de felicidad, aunque en nuestros corazones a menudo asome la inconformidad con las decisiones tomadas. Cada uno con su particular contienda, y las mías tan modestas y "uncool" como las de cualquier otro, unos más conformistas y otros menos, pero todos con la natural temeridad del que tiene todo por perder.
Me dan pena sin embargo las injusticias que de modo inadvertido infectan de aluminosis los cimientos de bastante gente de la que me rodea. Tengo amigos extraordinariamente dotados para la arquitectura,el diseño o los tebeos que ven poco o nada recompensados sus esuerzos por hacer valer su talento y que, es más, incluso a veces su fidelidad al "off system" les revierte en ostracismo y falta de oportunidades. Sé de algunos in the mood for love que queman sus noches de fín de semana sintiéndose demasiado mayores para los juegos fátuos a los que debe someterse el que sólamente busca un hombro sobre el que despertar el miércoles. Otro mantiene su fé en la bondad del mundo mientras espera un sueldo que se le debe, un trabajo que le enamore, y si me apuras un poco de maná (o sea, tiempo+dinero) para ir a Berlín en verano. Todos extraordinariamente animados e ilusionados, fieles a su sueño, intolerantes con la desgana y el desánimo, enérgicos y decididos a seguir en la carretera.
Me gustaría que a muchos, a todos, os fuese mucho mejor de lo que os va, porque lo merecéis y os lo habéis ganado. En el sistema "pandilla de amigos" supongo que mi papel es el del indeciso, un poco plomizo y excesívamente cauto, seguramente un poco perdido y sin duda escasamente pragmático. Pero me siento infinítamente más sabio que hace un par de inviernos. Todos somos muchísimo más adultos, aunque las encrucijadas por las que hemos aprendido a conducir nos demanden a veces la valiente ignorancia del niño inconsciente. No sé cómo decirlo, tengo miedo de que los períodos que deberían ser sólamente un impasse se conviertan, por inercia, en rutinas de las que no sepamos salir. Me ofrezco como cabeza de turco, hablo de mí, pero aunque casi nadie se de por aludido, hablo de todos.