domingo, 25 de enero de 2009

Grushenko


















Las últimas pelis de Woody Allen me parecen, en general, una parodia de sí mismo, infinitamente peores que su edad dorada (entre el 75 y el 90, más o menos), cuando el gafotas sabía samplear ingeniosamente entre la comedia, el drama, la tragedia y la parodia, con aquel costumbrismo zarrapastroso que a los nerds snobs nos resultaba tan edificante. Pero es que desde "Desmontando a Harry", casi todo lo que ha hecho palidece mucho en comparación con todo aquello, hasta el punto de que llegué a convencerme de que este señor era un impostor.
Sin embargo anteayer me dió por ver "La última noche de Boris Grushenko" y me pareció sensacional, de una brillantez impresionante, y un festival iconoclasta para los que andamos en las mismas neurosis que Woody por aquellos años: el psicoanálisis, la Rusia de los zares, Bergman, el desamor, epistemología autodestructiva...las conversaciones a lo Lacan entre Allen y la Keaton, a la vez tan severeas y letales, y tan cómicas, casi me hacen explotar de la risa, por no hablar del talento de Woody para la comicidad física que sabía optimizar muy bien (realmente, era un nerd de primerísima categoría, la escena del baile, o cuando se pone sexy en la ópera, o sus despropóstios con la espada... puro slapstick descacharrante). Mañana me veré, si se ha bajado, "Sueños de un seductor", y a lo largo de estas semanas espero revisionar grandes clásicos suyos que me apetece recuperar: Manhattan (aunque esta casi me la sé de memoria), Hannah y sus hermanas, Delitos y faltas, Zelig, Annie Hall... Me hace mucha gracia el hecho de que siempre esté rondando en sus pelis el tema del psicoanálisis, ahora que me interesa tanto ese tema, era algo que no apreciaba en su día y que ahora me parece a la vez cómico y patético. Grande Woody.