viernes, 24 de octubre de 2008

Lo real...

...alguna vez lo encontraremos???


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Al igual que Foucault, la teoría queer considera que el conocimiento nunca es neutral ("no es nunca una mera descripción de la realidad", puntualizó Beatriz Preciado) y que los procesos de producción, organización y transmisión del saber siempre están condicionados por una serie de paradigmas cognitivos y factores contextuales que determinan, por ejemplo, qué elementos y fenómenos deben ser analizados, cómo se deben realizar esos análisis o quiénes son los sujetos que tienen que hacerlo. A su vez, los teóricos queer cuestionan la idea de que existe una especie de jerarquía natural de los saberes, de forma que el conocimiento científico (sobre todo el ligado a las ciencias puras) tiene una relación más directa con la verdad y con lo real que los demás tipos de conocimientos. Para estos autores, los discursos científicos no son en sí mismo más objetivos y válidos que los demás, pues sus enunciados están también condicionados por un conjunto de (pre)juicios históricos y culturales. En este sentido, consideran que estos discursos deben concebirse siempre como "ficciones políticas".

Si se hace una interpretación literal de este razonamiento, se puede caer en un relativismo posmoderno que justifique una ética del "todo vale". Pero para la teoría queer, el hecho de que los discursos científicos sean "ficciones", no implica que no estén relacionados con lo real y con la verdad. "Lo que ocurre", precisó Beatriz Preciado, "es que no es una relación ontológica, sino performativa". O dicho con otras palabras, todo saber -incluido, por supuesto, el científico- genera una serie de construcciones discursivas (de ficciones) que tienen el poder, o al menos la voluntad, de producir las realidades -las "verdades"- que enuncian y/o describen (que no serían, por tanto, realidades/verdades ontológicas, sino culturales). No es, en todo caso, una producción directa sino, utilizando la terminología de J.L. Austin, "perlocucionaria", pues estas construcciones discursivas funcionan como contratos o promesas que no tienen un efecto inmediato y que, a menudo, ni siquiera llegan a materializarse (es decir, a producir la realidad que enuncian y/o describen), un "margen de error" que, según Preciado, permite que emerjan espacios de disidencia desde los que se pueden poner en marcha procesos de inversión/subversión performativa. Procesos como los que está desarrollando el movimiento queer que ha desplegado un conjunto de operaciones analíticas que han posibilitado desbordar la noción de género y cuestionar el supuesto origen biológico (es decir, pre-discursivo) de la diferencia sexual.

Desde la premisa de que cualquier discurso (científico, literario, psicoanalítico...) es una "ficción política", la teoría queer está realizando una relectura de las retóricas a través de las cuales se ha construido el sujeto moderno. Con este propósito, el encuentro Crítica queer. Narrativas disidentes e invención de subjetividad ha intentado explorar "las fracturas y las líneas de fuga abiertas en el tejido de la producción textual por las narrativas disidentes". Todo ello partiendo de la idea de que la escritura es tanto unas de las principales herramientas normativas para la creación de las identidades sexuales, de género, raciales y de clases, "como un posible espacio de resistencia y subversión en el que, trabajando las brechas existentes en el lenguaje dominante, inventar nuevos sujetos políticos".

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( Del e-zine Unia. Comcretamente aquí)